Después de resistirme aquí estoy, escribiéndote. No nos conocemos hace mucho, sin embargo, siento que llevo bastante tiempo pensándote, queriendo saber más de ti (debo de ser una masoquista). No le he querido hablar a nadie sobre esto, pensé que, si me quedaba callada, te irías de mi mente. Que tonta fui, creo que ha sido peor.
He tratado de mantenerme alejada de ti, de tu mundo. Pero debo de admitir que de cuando en cuando he estado entrando a redes con la intención de cruzarme con alguna publicación en dónde aparezcas, y es que esta curiosidad que tengo es casi enfermiza, creo que nunca antes me había pasado lo mismo. Tenemos amigos en común, en realidad muchísimos, y es casi imposible ignorar las pistas, las referencias que me sirven para recrear una imagen tuya más real y cercana. Qué vida la tuya eh. Te veo por todos lados, como si no le temieras a nada, ni a nadie. Con esa mirada que irradia seguridad y confianza, pero a costa de qué.
No tienes una idea del impacto que tienes en mi vida, y quizás por ello esta carta es una forma de acabar con el silencio y decirte de una vez lo que pienso y siento, porque la verdad es que ya me cansé. Me cansé de bajar la mirada cada vez que estamos cerca. Me cansé de vivir con miedo. Miedo a ti, a tus maneras, a tus reacciones desmedidas. He visto como tratas a los demás, cómo los haces sentir. ¿Sabes que has hecho miserable a muchos? Has roto corazones, has quebrado espíritus, has golpeado y golpeado sin pausa. Eres un matón. No te ha importado hacerlo en público, creo que disfrutas de las audiencias, pero sospecho que disfrutas más del golpe bajo en privado, a escondidas. Quizás te resulte más interesante hacerte el misterioso, sin dejar mucha pista del porqué ni cómo eliges a tus víctimas.
Con esta carta, que espero leas algún día, te quiero decir que sé quién eres y no voy a permitir que el miedo que tanto te empeñas en sembrar en todos me siga afectando más. No me mal interpretes, que esto no significa que vaya a salir a buscarte y devolverte a golpes todo el daño que has hecho, no, sería demasiado estúpido de mi parte. No te saldré a buscar, pero no volveré a bajar la cabeza si te veo pasar cerca, ni huiré de una conversación cada vez que alguien te mencione. No dejaré que el temor a verte me aísle en mi habitación o que la depresión por pensarte cerca impida que disfrute de todo lo que tengo hoy para sonreír.
Me imagino que te gusta mucho pensarte como ese villano omnipotente, al que nadie puede alcanzar o parar, ese villano que sin mucho lio lleva oscuridad y caos dónde lo desee. Pues, te diré que esa oscuridad que ciertamente llevas por dónde vas, resulta ser también un bonito regalo. Si, dije regalo. Cuando cae la noche más oscura y más larga, el mínimo reflejo de luz se convierte en un esperanzador regalo casi divino. En la oscuridad nuestros sentidos se agudizan y la luz promete energía, calor, renovación, un nuevo inicio. En medio de la oscuridad que he sentido por mis temores a tu sola presencia, me has regalado cosas que ni te las imaginas. Ahora me emociono más que nunca cuando salgo a caminar al parque y veo las flores llenas de vida y color. Nunca disfruté más que hoy el olor de la brisa marina o ver el horizonte del mar en calma. Tomar de la mano a mi familia ha adquirido un nuevo significado, es el ingrediente primordial de mi felicidad.
Lamento reventarte el globo, pero no solo me has dado tristeza y miedo, me has dado cosas hermosas sin que te lo propongas. Tengo un fuego intenso que pelea y busca vida, vida pura para seguir andando, descubriendo y experimentando. Me has hecho pensar y repensar en todas las bendiciones por las que tengo que sentirme afortunada. Tengo absolutamente todo y sin tu oscuridad, sin ese miedo de perder ese “todo”, no lo tendría tan claro como hoy. Me has dado hambre, hambre de vida y cuando eso sucede uno ya no se permite caer y no levantarse rápidamente, porque el paseo es breve y hay que caminarlo con vehemencia.
Este miedo no me va a tumbar. Acá estoy, luchándola, con la cara en alto por si te me cruzas y me buscas pelea. No voy a bajar la cabeza, no me iré corriendo, no me rendiré sin pelear. Tengo vida. Tengo fuego. Tengo luz.
Carta al COVID-19.
Melissa Arbocco.
@mel_arbocco