También quise poner fin a la pobreza extrema, pero el sueldo no me iba a alcanzar. Alguna vez me aluciné la máxima luchadora contra la desigualdad y la injusticia, anotándome a todos los voluntariados de alfabetización que pude y nada. Años más tarde, cuando nos dimos cuenta de que la tierra se empezó a calentar, me fui corriendo a limpiar la playa, casi con lágrimas en los ojos, pretendiendo revertir el cambio climático. Y sí, la ignorancia y la inocencia pueden ser tiernas pero infructuosas, ¿vio?
Y todos estos problemas que pretendí, alguna vez, resolver yo sola, congregaron a gobiernos, organizaciones internacionales y líderes mundiales durante años, para definirlos como objetivos de desarrollo sostenible (ODS). Son 17 en total y sí, podrían cambiar el mundo si todos: ciudadanía, empresas y autoridades, nos comprometemos desde nuestras actividades cotidianas a transformar lo que se requiera, pero ya. Para ayer.
La buena noticia es que también, gracias a los ODS, aprendí que como ciudadana “de a pie”, no tengo que sembrar un árbol o limpiar la playa para ser parte de la solución. Podemos hacer mucho más y, como dije, desde nuestras actividades cotidianas. Si usted ya recicla, usa su bolsa de tela o mascarilla reutilizable (si su trabajo lo permite), no compra cosméticos probados en animales, se cuida de no emplear un lenguaje discriminatorio y cumple con las leyes de manera estricta, ya está haciendo bastante.
Aquí les dejo algunas ideas súper fáciles de aplicar, algunas de ellas inspiradas en este interesantísimo artículo llamado: Guía de personas ociosas para salvar al mundo. Provecho.