En un entorno donde las búsquedas relacionadas con alargar la vida útil de los alimentos, la reducción del uso de plástico en el consumo diario o la elección por la moda sostenible están ocupando noticias a nivel mundial, un consumidor cada vez más consciente toma decisiones basadas en el impacto que tiene su consumo en el medio ambiente.
El equilibrio entre los factores funcionales y emocionales es clave para que las marcas puedan atraer la atención de los clientes. Hoy en día, existe un factor cada vez más determinante y con un peso específico en las elecciones de los clientes: la sostenibilidad. Un elemento que puede conseguir que las marcas logren procesos de fabricación más eficientes y que los usuarios cambien sus hábitos de manera que el medio ambiente sea el mayor beneficiado.
A partir de la pandémica de COVID19, muchos consumidores han cambiado sus hábitos de consumo, o lo están haciendo de forma paulatina hacia elegir productos y servicios más sostenibles. De hecho, según datos de la ONU en el inicio de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP27, los últimos ocho años han sido los más cálidos registrados hasta ahora. Datos que avalan las decisiones de muchas marcas por desmarcarse y potenciar los procesos de fabricación más eficientes y optar por las materias primas más respetuosas posibles con el equilibrio medio ambiental.
Sin duda, la preocupación por el entorno que nos rodea, por el cambio climático y por el medio ambiente es creciente entre un consumidor que está altamente impactado por noticias realmente alarmantes. Dadas estas circunstancias, desde el entorno estratégico se deben diferenciar entre consumidores conscientes y consumidores convencidos. Éstos últimos son los que actualmente priman el consumo de marcas sostenibles, mientras que para los primeros todavía no es su prioridad actualmente, pero lo será en un futuro próximo debido a su preocupación creciente e información constante.
Dentro de los aspectos más valorados por el consumidor que busca impactar de manera positiva en el entorno con sus decisiones de compra destaca la reducción del uso de plásticos, así como la reducción de emisiones contaminantes. Por otro lado, el comercio justo, la producción local o las condiciones de trabajo justas también guardan un peso en dichas acciones de compra.
El precio, una barrera para convertir a más consumidores hacia el consumo sostenible
Todavía existe un aspecto importante en la democratización de productos que se pueden denominar sostenibles, su precio. Elegir opciones bio o de proximidad cada vez es más frecuente, pero si esto supone realmente un esfuerzo para el bolsillo del consumidor, se puede dar con menor frecuencia de la deseada. Optar por productos que procedan de compañías sostenibles supone, en la gran mayoría de casos, elevar el gasto, cosa que no todos los consumidores pueden o están dispuestos.
La solución pasa porque las empresas mejoren su eficiencia para lograr que los productos sostenibles sean más baratos y sean una opción real para la gran mayoría de los consumidores. Es verdad que ahora los productos sostenibles son más económicos que antes, pero todavía queda recorrido para que, además, puedan subir su cuota de mercado.
En definitiva, el concepto sostenible es importantísimo en las estrategias de marketing actuales, pero no debe ser un reclamo para incrementar precios y ventas, si no un distintivo para asegurar un futuro más saludable y mejor para todos.