Por Willard Manrique, CEO de Grupo Crosland y especialista en Dirección Comercial por el PAD.
Pocas figuras en la industria del entretenimiento han estructurado una marca como la cantante y compositora estadounidense Taylor Swift. Su carrera, que inició en la música country, ha evolucionado hacia un modelo de gestión integral. Cada decisión -desde el enfoque artístico hasta el control de su obra- responde a una visión consistente de crecimiento y posicionamiento.
Lanzada en 2023, la gira The Eras Tour recorre toda su discografía a través de un espectáculo dividido en etapas que reflejan los distintos momentos de su carrera. Más allá de una serie de conciertos, ha sido diseñada como una plataforma de conexión y segmentación. Esta estructura permite dirigirse a públicos diversos sin perder cohesión, ofreciendo propuestas diferenciadas dentro de una experiencia compartida. Una personalización a gran escala que, según McKinsey & Company, representa una ventaja competitiva para las marcas que conocen a fondo a sus audiencias.
Una decisión que marcó un punto de inflexión fue regrabar sus primeros álbumes tras perder los derechos de sus grabaciones originales. Más que un gesto simbólico, esta estrategia le permitió recuperar el control de su repertorio, generar nuevo valor comercial y reforzar la lealtad de su comunidad. Como destaca Harvard Business Review (2024), resignificar un producto con base en una estrategia clara puede fortalecer el vínculo con los consumidores y proyectar una marca más robusta.
Su expansión también se expresa en un ecosistema conectado: alianzas con otras industrias, impacto económico local, narrativa visual coherente y presencia digital activa. Cada punto de contacto suma a una marca que ha sabido mantenerse relevante sin depender exclusivamente de nuevos lanzamientos.
La narrativa, en su caso, no es espontánea. Se ha construido sobre una historia de evolución constante y de conexión emocional con su audiencia. Swift ha hecho de la autenticidad, la autodeterminación y el vínculo directo con sus seguidores los pilares de su propuesta. Más allá de la música, su propósito como marca parece centrarse en representar procesos personales de transformación con los que su comunidad puede identificarse.
El caso Swift ilustra cómo una figura pública puede diseñar, adaptar y escalar su marca con una lógica de largo plazo. Al margen del espectáculo, lo relevante es su enfoque: decisiones bien estructuradas, entendimiento profundo del público y consistencia en el mensaje. En contextos empresariales, construir con propósito -y sostener esa construcción en el tiempo- sigue siendo una ventaja competitiva subutilizada. Una lección que trasciende la industria del entretenimiento y revela cómo una marca puede adaptarse, conectar y evolucionar al ritmo de sus consumidores.