En 2024, corrí mi primera maratón: 42 kilómetros de esfuerzo, aprendizaje y transformación. Fue mucho más que una experiencia física; fue una lección de vida que me recordó los principios esenciales para alcanzar cualquier objetivo y me volvió un mejor educador financiero.
Planificación y estrategia
Completar una maratón no es una hazaña que se logra de la noche a la mañana. Durante seis meses, me dediqué a planificar y ejecutar un entrenamiento disciplinado. Cada kilómetro recorrido y cada descanso calculado reflejaban un compromiso con el proceso, no solo con el resultado. Lo mismo sucede con nuestras finanzas: alcanzar la libertad financiera o construir un fondo de emergencia requiere planificación detallada, pequeñas acciones constantes y una visión a largo plazo.
Coherencia entre lo que dices, haces y quieres
Correr me obligó a alinear mis palabras con mis acciones. No podía prometerme completar la carrera si no entrenaba con constancia o cuidaba mi alimentación. En el ámbito financiero, es igual: no podemos decir que queremos ahorrar si nuestros hábitos de consumo van en la dirección opuesta. La coherencia es el puente que conecta nuestras aspiraciones con nuestros logros.
Aceptemos lo inesperado y lo que no podemos controlar
En la maratón, aprendí que no todo está bajo nuestro control: el clima, un calambre inesperado o una emoción desbordada pueden surgir sin previo aviso. En esos momentos, lo único que podemos controlar es nuestra respuesta. En las finanzas, los imprevistos también aparecen: una crisis económica, un gasto médico, o incluso errores propios. Aprender a soltar lo que no controlamos y concentrarnos en lo que sí depende de nosotros es una habilidad clave para avanzar con resiliencia.
Todos los objetivos son logrables con un plan
No importa qué tan grande parezca un desafío, si tienes un plan sólido y eres constante, puedes alcanzarlo. Este principio es aplicable a cualquier meta, desde correr una maratón hasta salir de deudas o invertir en tu futuro.