Por Aldo Canchaya
Hay un dato fascinante con respecto al agua y vale la pena hacer doble check para interiorizarlo: el cuerpo de un bebé es 90% agua y el de un adulto alrededor de 70%, pero lo más importante es que podemos influir en el agua con nuestros pensamientos y emociones.
Para demostrarlo, hace varios años, el científico japonés Masaru Emoto tomó unas pocas gotas de agua, las puso en botellas y con cinta adhesiva le pegó a una botella la palabra “Amor”, a otra le puso la palabra “Odio”, a una tercera la expuso a música clásica, a una cuarta a heavy metal y así sucesivamente entre palabras o estímulos externos positivos y negativos.
Lo que descubrió fue sorprendente. Las fotografías hechas al agua expuesta a todo lo positivo (buenos pensamientos, música clásica, etc.), mostraban preciosos cristales hexagonales, parecidos a los copos de nieve; mientras que las gotas de agua sometidas a efectos negativos tenían cristales de formas menos definidas e incluso mostraban caos.
Esta experiencia puede llevarnos a pensar en el impacto que nuestras palabras provocan en el receptor cuando las emitimos.
Si tenemos en cuenta que nuestro cuerpo tiene más del 60% de agua y que nuestro cerebro tiene más del 70% ¿qué puede pasar en el cerebro cuando insultamos a alguien o la sometemos a presión? por el contrario, qué efecto se produce en cada molécula de agua que tenemos en nuestro organismo cuando le decimos a alguien palabras como “Te quiero”, “Buen trabajo”, “Me gusta lo que has hecho”, “Eres una buena persona”.
¿Cómo se relacionan los experimentos de Masaru Emoto con la forma en la que los publicistas debemos de relacionarnos con los consumidores a través de nuestros mensajes?
Nuestras palabras y los mensajes que transmitimos tienen un impacto directo en cómo se sienten los demás. Como publicistas debemos de cuidar cada palabra, imagen y tono porque es evidente que tienen el potencial de influir en las emociones y decisiones de los consumidores.
Los publicistas debemos ser responsables y conscientes de la energía que nuestros mensajes transmiten, porque estos no solo afectan la percepción de los consumidores sobre el producto o la marca, sino también sobre sí mismos y su relación con el mundo.
Algunos puntos clave para tener en cuenta:
El poder de las palabras y el lenguaje.
Por más obvio que parezca, siempre es bueno recordar que los mensajes con tonos positivos, optimistas y que utilicen un lenguaje que resuene emocionalmente con los consumidores pueden tener un impacto mucho más profundo.
La estética de los mensajes visuales y la percepción.
Los experimentos de Emoto mostraron que la estética de los cristales de agua variaba según las palabras o estímulos aplicados. Trasladado a la publicidad, debemos darle importancia a la presentación visual de los mensajes. Una campaña con una estética atractiva, puede ser mucho más eficaz que una que se percibe como caótica, desordenada o insensible.
La relación entre el consumidor y la marca.
Si una marca comunica constantemente valores positivos, de cuidado y respeto, los consumidores «absorben» estos valores y los reflejan en su relación con la marca. Del mismo modo, si una marca utiliza mensajes negativos, agresivos o manipuladores, esto podría generar desconfianza o repulsión. Los consumidores tienden a sentirse más atraídos por marcas que les hablan con amabilidad, empatía y autenticidad.
La responsabilidad de los mensajes.
Finalmente, los experimentos de Emoto también nos recuerdan la importancia de ser conscientes del impacto que nuestras palabras y acciones tienen en los demás. Los publicistas, al igual que los personas en la vida cotidiana, deben ser responsables con los mensajes que crean y difunden. El poder de las palabras y de las imágenes puede ser tan transformador que, como ocurre con el agua, nuestros mensajes pueden generar reacciones destructivas si no se manejan con cuidado o por el contrario, contribuir a una energía positiva en la sociedad.