Por Diego Vences, especialista en data analytics y desarrollo de negocios.
Una emprendedora en Cusco agota su inventario en horas gracias a un en vivo desde sus redes sociales. Un negocio de accesorios en Piura multiplica sus ventas luego de que uno de sus videos se vuelve viral. Estas no son historias aisladas: reflejan un cambio profundo en la forma en que las personas compran, se inspiran y toman decisiones. Las redes sociales han dejado de ser plataformas de entretenimiento para convertirse en verdaderos canales de venta.
Este fenómeno, conocido como social commerce, está transformando silenciosamente el comercio electrónico tradicional. Ya no se trata solo de tener un botón de compra en un perfil. Es un ecosistema donde contenido, comunidad e inmediatez convergen para generar ventas, impulsadas por la confianza que nace de la interacción directa entre creadores, marcas y consumidores. En un mundo donde la atención es escasa, vender en el mismo lugar donde las personas pasan su tiempo es una ventaja real.
En algunos mercados asiáticos, casi la mitad de las ventas en línea provienen directamente de plataformas sociales. Allí, millones de personas compran productos descubiertos en transmisiones en vivo o publicaciones interactivas. Esta tendencia ya no es exclusiva de esos países: está creciendo con fuerza en América Latina, y Perú no es la excepción.
Nuestro país es terreno fértil para esta transformación. Más del 85% de los usuarios conectados consumen contenido en redes sociales a diario, y una parte creciente está dispuesta a comprar sin salir de ellas. Para muchos negocios pequeños, esto representa una oportunidad: vender sin necesidad de una tienda física o incluso una web. Con creatividad, conexión y estrategia, hoy se puede emprender desde un smartphone.
Pero el auge del social commerce también plantea desafíos. La informalidad sigue siendo un riesgo: muchas transacciones se hacen sin garantías claras, lo que puede afectar la confianza del consumidor. Además, depender únicamente del algoritmo para tener visibilidad es riesgoso. Cuando las reglas cambian, también lo hace el alcance.
Otro reto es la falta de estrategia. Aunque muchas personas ya venden en redes sociales, pocas lo hacen con una visión de negocio digital. Repetir tendencias virales no garantiza sostenibilidad. Se necesita formación, herramientas y una propuesta de valor clara para construir marcas duraderas y no solo productos de moda.
Además del cambio en la forma de comprar, ha cambiado la forma en que descubrimos productos. El camino de compra dejó de ser lineal. Ya no empieza con una búsqueda y termina en un carrito. Hoy, puede comenzar con un video, pasar por una recomendación en comentarios y terminar en una transacción en una app de mensajería.
Esto obliga a repensar la estrategia de visibilidad. Ya no basta con aparecer en un buscador. Las marcas deben estar donde el usuario ya está. La estrategia se vuelve omnicanal por necesidad, no por tendencia. Implica tener coherencia de marca y experiencia fluida en redes, marketplaces, buscadores, asistentes virtuales y más.
La visibilidad ahora se construye en múltiples espacios. Las menciones, reseñas, interacciones y reputación se han vuelto señales clave para los algoritmos. Una recomendación, una calificación o una conversación compartida se convierten en activos valiosos. Optimizar ya no es una tarea técnica, es diseñar relaciones consistentes en distintos canales.
Este enfoque omnicanal no solo mejora la conversión, también fortalece la resiliencia del negocio. Diversificar los puntos de contacto reduce la dependencia de una sola plataforma y permite adaptarse mejor a los cambios. El desafío ya no es vender en todas partes, sino estar listo para ser descubierto desde cualquier parte.
Lo que estamos viendo es más que una moda. Es una reorganización del comercio digital. El consumidor ya no sigue rutas fijas; se inspira, decide y compra en segundos mientras navega por su red favorita. Tal vez el futuro del comercio no esté en una tienda online, sino en un video vertical de quince segundos, una historia efímera o una transmisión en vivo.
Para Perú, con tanto talento y espíritu emprendedor, el social commerce representa una oportunidad concreta de inclusión y crecimiento. Es una puerta de entrada al comercio digital para miles de personas que antes estaban fuera. Pero esta oportunidad solo se aprovechará si se combina visión, estrategia y formación. Porque si el cliente ya vive en las redes, el comercio no puede quedarse afuera.
La pregunta no es si esta tendencia crecerá. La verdadera pregunta es: ¿estamos listos para vender donde ocurre la atención?