Por: Eduardo Venegas, gerente corporativo de Comunicación y Sostenibilidad de Industrias San Miguel – ISM
El legado de una organización no se escribe con grandes gestos esporádicos, sino con la consistencia de las decisiones que se toman día a día y que forman parte de la cadena de valor. Con la forma en la que la empresa gestiona sus recursos, trata a su gente, escucha a su entorno y se adapta con visión a los desafíos del mañana.
Vivimos en una época donde lo inmediato parece ser la medida de todas las cosas. La eficiencia se evalúa en semanas, el éxito en trimestres, y las decisiones suelen tomarse en función de resultados a corto plazo. Sin embargo, en la gestión empresarial, debemos tener presente que el verdadero impacto no se mide solo en cifras, sino también en huellas duraderas que transforman la vida de las personas y el entorno. Y esa huella se llama sostenibilidad.
Hoy, cada vez más líderes empresariales reconocen que la sostenibilidad ya no es una agenda secundaria. De acuerdo con el EY CEO Outlook Pulse Survey, elaborado por EY, el 54 % de los CEOs en el mundo afirman que hoy le dan mayor prioridad que hace un año. No obstante, este impulso no siempre va al mismo ritmo que las expectativas del entorno financiero: solo el 28 % de los inversionistas institucionales ha elevado su nivel de atención sobre estos temas.
Si bien existe una brecha, estas cifras evidencian que la consolidación de una tendencia positiva: los actores del ecosistema empresarial comienzan a valorar cada vez más el impacto de los compromisos sostenibles, no solo como una respuesta ética o reputacional, sino como un motor real de generación de valor y resiliencia en el largo plazo.
En América Latina, la sostenibilidad continúa consolidándose. Según el último estudio de KPMG en el que analizan la data de diversos Reportes de Sostenibilidad en la región, el 89 % de las empresas peruanas con mayor facturación generan estos informes, abordando asuntos ambientales, sociales y de gobernanza (ESG), y reconociéndolos como ejes clave para impulsar su competitividad.
Asimismo, incluir a la sostenibilidad como parte de un eje transversal en las empresas permite sostener una visión más integral del éxito corporativo. Esto exige una comprensión más profunda del impacto de cada operación en nuestro entorno.
Se busca generar un valor compartido con todos los grupos de interés: desde colaboradores, clientes, comunidades, proveedores y hasta el entorno natural en el que operamos. Todos formamos parte de la construcción de un futuro común, donde las organizaciones se vuelven parte de una transformación más consciente, más humana y sobre todo, sostenible.
La sostenibilidad deja de ser una táctica puntual cuando se convierte en un principio de gestión. Integrarla al corazón del negocio implica asumir que el crecimiento económico, el bienestar social y el cuidado ambiental no son caminos separados, sino partes de una misma ruta. Cuando la estrategia empresarial se alinea con este principio, no solo estamos haciendo lo correcto; estamos trabajando de manera estratégica.
Las organizaciones que adoptan esta visión entienden que los negocios son parte de un sistema interconectado y que su éxito depende de la fortaleza de ese sistema. Por eso, las empresas conscientes cultivan culturas internas basadas en valores, desarrollan líderes con propósito y construyen relaciones sostenibles en el tiempo. Es una forma de liderazgo que pone al ser humano en el centro, potenciando tanto la competitividad como la rentabilidad.
De esta forma, la sostenibilidad cumple el rol de asegurar la viabilidad futura en una organización. Por eso, es clave impulsar una estrategia integral que abarque desde el abastecimiento responsable hasta la innovación en los procesos productivos; incluyendo una gestión ética de las relaciones y una participación activa en nuestras comunidades.
Cada paso que se da, busca fortalecer el tejido social y económico que nos rodea, conscientes de que el verdadero desarrollo es el que se comparte. Hablar de sostenibilidad no es solo referirse a la reducción de emisiones o al uso eficiente del agua. Es entender que cada decisión que tomamos como organización contribuye a una construcción que trasciende al presente. Porque si algo ha quedado claro en los últimos años, es que el legado no se improvisa, sino que se construye con disciplina, propósito y visión de largo plazo.
Porque, en última instancia, lo que perdura no es lo que se dice, sino lo que se hace con responsabilidad y propósito.