Cuesta reconocerlo, pero vivimos rodeados de inteligencias artificiales.
Nos ayudan a escribir, investigar, tomar decisiones, crear imágenes, planificar viajes… Pero, ¿realmente sabemos usarlas con intención?
La mayoría empezamos pidiéndole cosas simples: “resume esto”, “hazme un correo”, “genera una imagen”. Y está bien.
A eso se le llama automatización: tú das la orden, la IA cumple.
Donde la cosa se pone interesante —y útil de verdad— es cuando la IA se convierte en socia creativa. Cuando la usamos para pensar mejor, para explorar ideas, para resolver cosas que solos nos tomaría muchísimo.
Y luego está el siguiente nivel: cuando le damos autonomía, definimos su comportamiento, y la dejamos actuar en nuestro nombre. Como un asistente que ya no espera órdenes, sino que trabaja contigo y por ti.
Lo potente no está en aprender “los mejores prompts”. Está en aprender a pensar distinto, a interactuar con responsabilidad, a entender sus límites y posibilidades.
La IA no es solo una herramienta. Puede ser un medio, un co-creador o un catalizador de nuestra forma de trabajar, si sabemos cómo usarla.
Existe un marco simple pero poderoso para guiar tu relación con la inteligencia artificial: las 4D:
Delegación: decidir con criterio qué tareas haces tú y cuáles delegas a la IA.
Descripción: comunicarte claramente con la IA para que entienda lo que necesitas.
Discernimiento: evaluar los resultados con ojo crítico.
Diligencia: usar la IA con responsabilidad y ética.
Estas 4D se aplican sin importar si usas la IA para automatizar tareas, co-crear o dejar que actúe de forma autónoma por ti. Te dejo un ejemplo:
Imagina que estás trabajando una campaña de email marketing con ayuda de una IA (como ChatGPT, Gemini o Claude).
🔹 Delegación
Decides que la IA redactará los borradores iniciales de los correos, pero tú te encargarás de revisar el tono, adaptar los mensajes al estilo de tu marca y definir los asuntos de cada mail.
🔹 Descripción
Le explicas a la IA qué objetivo tiene la campaña (ej. convertir leads fríos en interesados), el público objetivo (ej. gerentes de marketing en Perú), el tono que deseas (ej. cercano pero profesional), y ejemplos de campañas pasadas que funcionaron.
🔹 Discernimiento
Evalúas los textos generados: ¿Están alineados con la marca? ¿Hay promesas exageradas o frases poco claras? ¿El lenguaje es inclusivo y localmente relevante? Si algo suena “muy genérico”, lo modificas.
🔹 Diligencia
Revisas que no se estén usando datos sensibles, aseguras que los enlaces de privacidad estén bien puestos y que el contenido no desinforme ni genere falsas expectativas. Además, dejas claro que el contenido final ha sido revisado por una persona.