Por Diego Ramos, AI Leader Pre-sales de Business IT
En los últimos dos años, hemos pasado de hablar de inteligencia artificial como una promesa, a verla operando en múltiples procesos de negocio, desde recomendaciones personalizadas hasta automatización de tareas. La velocidad con la que esta tecnología se ha incorporado en el lenguaje empresarial es admirable. Pero en América Latina, y particularmente en Perú, aún se enfrenta un dilema estructural: ¿estamos adoptando la IA con una visión responsable, escalable y sostenible?
El acceso a modelos avanzados y herramientas de IA generativa como ChatGPT, Copilot o Gemini ha democratizado el uso de la tecnología, pero también ha expuesto una verdad incómoda: muchas organizaciones están aplicando IA sin una estrategia clara, sin definir sus riesgos, ni establecer un marco de gobernanza. En otras palabras, están usando IA sin brújula.
Esto no es menor. Un informe de Gartner señaló que para 2026, el 50% de los fracasos en proyectos de IA estarán relacionados con la falta de principios éticos bien definidos, la escasez de datos confiables y la ausencia de formación adecuada dentro de las organizaciones. En un contexto donde el uso indebido de datos, los sesgos algorítmicos y la opacidad en la toma de decisiones ya están generando debates regulatorios globales, la IA no puede ser solo rápida: debe ser consciente.
¿Qué implica esto en la práctica para las empresas? Primero, entender que implementar IA no se trata únicamente de adquirir tecnología. Implica contar con una infraestructura de datos robusta, definir políticas claras sobre el manejo de la información y, sobre todo, fomentar una cultura organizacional donde el pensamiento crítico y la supervisión humana sean fundamentales. Segundo, establecer indicadores que evalúen no solo la eficiencia operativa, sino también el impacto ético, social y reputacional de cada solución.
En los últimos años, veo cada vez más empresas que ya no solo preguntan “¿cómo implemento IA?”, sino “¿cómo lo hago bien, sin comprometer mis valores?”. Ese es el verdadero punto de inflexión. Porque el verdadero éxito no dependerá de cuán rápido adoptemos la tecnología, sino de cuán profundamente la integremos con ética, propósito y visión a largo plazo. La brújula ya no es opcional: es el único camino hacia una transformación real y sostenible.