Por: Alexandra Sarria, Gerente de Marketing & Trade Marketing de Arcos Dorados Perú
En un mundo hiperconectado, es fácil atribuir el éxito de una campaña al algoritmo de turno. Las conversaciones de pasillo entre marketers se han llenado de términos como engagement rate, reach orgánico y CTR, como si fueran las únicas llaves del éxito. Pero, después de años en esta industria, he aprendido que, aunque la tecnología y la data son grandes aliados, el corazón de cualquier comunicación efectiva sigue siendo el mismo: el mensaje.
Las plataformas cambian, los formatos se reinventan, y las tendencias son cada vez más efímeras. Hoy, el contenido puede nacer en un reel de 15 segundos, migrar a un post de LinkedIn y terminar como tema de conversación en una sobremesa familiar. Lo que permite esa trascendencia no es el hashtag perfecto ni la hora exacta de publicación, sino la relevancia y la autenticidad de la historia que contamos.
Un mensaje potente tiene la capacidad de viajar sin pasaporte. Puede adaptarse a una publicación, a un podcast o a un short de YouTube sin perder su esencia. ¿Por qué? Porque habla de algo más profundo que un formato: conecta con las emociones, con los valores y con las aspiraciones de las personas. Cuando el propósito es genuino y la narrativa es coherente, el contenido encuentra su camino… incluso en medio del ruido digital.
La obsesión por el algoritmo puede hacernos perder de vista lo esencial: no existe fórmula matemática capaz de reemplazar la conexión humana. Los grandes hits publicitarios que recordamos no se explican sólo por su segmentación precisa o por un boost de pauta, sino porque dijeron algo que merecía ser escuchado. Y esa es una regla que no ha cambiado desde que la publicidad era en blanco y negro.
La pregunta que deberíamos hacernos como creadores de contenido no es “¿cómo hackeo el algoritmo?”, sino “¿qué historia quiero que las personas se lleven consigo?”. Cuando la respuesta a esa pregunta es clara, cualquier plataforma puede convertirse en un vehículo, y cualquier audiencia puede ser alcanzada.
Porque, más allá de la plataforma o del algoritmo, siempre le hablamos a personas. Y son ellas, no la tecnología, quienes recuerdan y llevan nuestro mensaje mucho más lejos de lo que podríamos imaginar.