Por Aldo Canchaya
Imagina un espacio donde el arte no se observa, se vive. No es una galería tradicional ni un museo formal. No hay cuadros colgados en paredes blancas inmaculadas, sino piscinas de agua con carpas Koi digitales que nadan entre tus pies, un jardín de orquídeas vivas que descienden del techo y responden a tu presencia con una danza luminosa, o una sala infinita de luces LED que te envuelve en un caleidoscopio cambiante.

TeamLab Planets Tokyo ofrece una experiencia multisensorial desinhibida.
El primer paso es descalzarse, un gesto simple pero poderoso que te ancla al presente, te conecta con el suelo y te prepara para una inmersión total.
Precisamente esa inmersión ha elevado este lugar a la categoría de manifiesto y hoja de ruta. En un mundo saturado de información y pantallas, donde la atención es escasa, el colectivo japonés ha descifrado el código de la conexión profunda. Han entendido que la nueva generación de espectadores, no solo busca ver, sino sentir, participar y perderse en una narrativa que se construye a su alrededor y con interacción.
Si pensamos como publicistas y marketeros ¿Cuál es el producto más valioso que podemos ofrecer hoy? La experiencia. Hay ingeniería emocional detrás de cada instalación. Cada espacio está diseñado para evocar una emoción primaria: asombro en la sala de las orquídeas, serenidad en el río de luces, alegría en el túnel de cristales. Los asistentes se convierten en parte de la obra, sus movimientos alteran las proyecciones, su presencia es esencial para que la pieza cobre vida.

La era de la comunicación unidireccional ha terminado. Hoy, el arte y el entretenimiento deben ser conversacionales e interactivos.
Deben invitar a la co-creación, a la personalización, a la sensación de que «esto es para mí, y yo soy parte de esto».
Pensemos desde cómo diseñamos retail experiences hasta cómo concebimos eventos de marca. Ya no basta con ser bonito o funcional. Hay que ser magnético, envolvente e inolvidable. Hay que apelar a todos los sentidos, a la curiosidad innata del ser humano y a su deseo de conexión, porque todos queremos ser parte de algo.