Por: Walter Palomino. Profesor e investigador del área de Marketing de ESAN Graduate School of Business.
Técnicamente, la ingeniería inversa consiste en analizar un producto ya existente para comprender su estructura, funcionamiento o materiales, de modo que se pueda reproducir, adaptar o mejorar. Desde el punto de vista de la investigación de mercados, este enfoque consiste en analizar detalladamente el “producto”, “servicio”, “mensaje”, “modelo de negocio” o “experiencia de cliente” de los competidores o del mercado, para extraer los insights que permitan diseñar una estrategia de producto propia.
La ingeniería inversa es una estrategia fundamental para el desarrollo de capacidades en los mercados emergentes, como el Perú. Ofrece importantes oportunidades para que las empresas alcancen rápidamente el nivel tecnológico mediante la imitación del conocimiento incorporado en tecnologías de países desarrollados. Además, incorpora el conocimiento adquirido por una empresa al desensamblar productos y observar sus unidades técnicas, lo que le permite imitar y mejorar sus diseños de productos. Por ello, en firmas de mercados emergentes o segundos ingresantes a un mercado con recursos limitados, permite adquirir conocimientos provenientes de productos e ideas competidoras.
Ingeniería inversa vs. bricolaje
Consiste en analizar productos existentes para comprender su funcionamiento y aplicar ese conocimiento en el desarrollo de mejoras o nuevos diseños. Implica un proceso técnico y sistemático orientado a la obtención de conocimiento explícito. En cambio, el bricolaje se basa en la creatividad y en el uso improvisado de los recursos disponibles para resolver problemas o generar soluciones en contextos de escasez; tiene la desventaja de que se produce muy poco aprendizaje. Mientras la ingeniería inversa busca aprender y replicar con precisión, el bricolaje prioriza la adaptación práctica y la experimentación con lo que se tiene a mano.
El proceso de ingeniería inversa
En la ingeniería inversa de productos, todo comienza con pesar los materiales y medir las dimensiones para comprender su composición, estructura y costo. Ese análisis físico permite descomponer el producto y reconstruir su diseño. En cambio, en la ingeniería inversa de servicios no hay componentes tangibles: el punto de partida es medir el tiempo y la secuencia de las actividades que conforman la prestación. Observar, cronometrar y mapear procesos permite identificar demoras, redundancias y oportunidades de mejora antes de rediseñar o replicar el servicio original. Las compañías también pueden aplicar ingeniería inversa a la experiencia del cliente; en lugar de diseñar un servicio desde el inicio, comienzan con los clientes satisfechos y mapean hacia atrás qué procesos, interacciones y momentos provocaron esa satisfacción para luego replicarlos.
Este tipo de investigación mediante la ingeniería inversa no se limita al análisis técnico o funcional de un producto; también debe incorporar criterios sensoriales que influyen en la percepción del consumidor. Aspectos como el sabor, el olor, la textura, el color, el brillo y la estética forman parte esencial del proceso cuando se trata de bienes de consumo. Estos atributos pueden evaluarse mediante paneles de expertos sensoriales, capaces de describir y cuantificar las características diferenciales del producto. En la industria vitivinícola, por ejemplo, sumilleres y catadores especializados realizan esta labor para identificar matices y orientar el rediseño o la mejora del producto.
Casos de ingeniería inversa
Uno de los casos más emblemáticos de ingeniería inversa es el de los clones “IBM compatible”. Surgió cuando Compaq aplicó ingeniería inversa al BIOS de IBM mediante un proceso clean room, desarrollando un código funcionalmente equivalente sin violar derechos de autor. Esta práctica combinó investigación de mercados y análisis técnico: Compaq identificó la alta demanda de computadoras compatibles y de menor precio, comprendió las especificaciones valoradas por los consumidores y diseñó un producto adaptado a esas preferencias. El resultado abrió la industria del PC compatible y transformó la competencia.
En las competencias automovilísticas de Fórmula 1, sometidas a la más alta exigencia, la ingeniería inversa es una práctica habitual y estratégica. Los equipos analizan con precisión cada detalle visible de los monoplazas rivales para entender cómo logran su rendimiento. En lugar de pesar o medir piezas, como en un producto físico, estudian dimensiones, flujos de aire y materiales mediante cámaras de alta resolución y escaneos tridimensionales. El objetivo es descubrir microventajas que permitan mejoras de apenas unas décimas de segundo por carrera, diferencias que resultan decisivas en una competencia que se desarrolla semanalmente en circuitos de todo el mundo. Si no haces micromejoras, quedarás rezagado.
Un problema cultural común en las empresas es observar a la competencia sin medirla con objetividad, influenciadas por el ego de los equipos de marketing, que asumen que su producto o servicio es el mejor. Esta actitud impide obtener aprendizajes valiosos del entorno. Aplicar la ingeniería inversa como herramienta de investigación de mercados va más allá de un simple benchmark: implica analizar, descomponer y comprender en profundidad cómo funcionan los productos, procesos o servicios exitosos del mercado. Este enfoque permite descubrir oportunidades de innovación, rediseño y mejora continua basadas en evidencia real y no en percepciones internas.
La ingeniería inversa puede convertirse en el punto de partida para la innovación de productos, al transformar el conocimiento obtenido del análisis sensorial y técnico en nuevas propuestas de valor que superen las existentes en el mercado.




































