Por: Eduardo Venegas, gerente corporativo de Comunicación y Sostenibilidad de Industrias San Miguel – ISM
Contar lo que verdaderamente importa abre paso a una nueva forma de hacer negocios, una que no solo busca crecer, sino también trascender. La transparencia, cuando se asume con responsabilidad, se convierte en un legado. Y en un mundo que exige confianza, ese es el relato que permanece.
Vivimos en un escenario saturado de información. Cada día, millones de mensajes circulan a una velocidad sin precedentes, y el riesgo de que lo esencial se diluya en el ruido es cada vez mayor. En este contexto, lograr transmitir un mensaje claro y creíble se ha convertido en un reto estratégico para cualquier organización. Los stakeholders buscan algo más que cifras o campañas llamativas; esperan autenticidad, coherencia y un propósito que se sostenga en el tiempo.
La transparencia, entendida no como un eslogan sino como un principio de gestión, es la herramienta más poderosa para construir reputación. Pero ser transparentes no significa únicamente abrir datos o publicar indicadores. Lo que transforma de verdad es contar lo que importa, reconocer tanto los avances como los desafíos, compartir aprendizajes y mostrar con honestidad el camino por recorrer. Esa narrativa, humana y honesta, es la que conecta con las personas y genera confianza duradera.
En este marco, los Reportes de Sostenibilidad se convierten en un espacio clave para poner en práctica esa transparencia. Más allá de su dimensión técnica o normativa, son catalizadores de diálogo y confianza. Reducidos a un conjunto de tablas y porcentajes, pueden impresionar; pero cuando se convierten en historias vivas sobre cómo una empresa impacta en la sociedad y el ambiente, se transforman en una poderosa declaración de cultura.
Un reporte bien concebido no es solo un ejercicio de cumplimiento. Es una invitación a los distintos grupos de interés (como inversores, comunidades, clientes o colaboradores), a participar en un proceso continuo de mejora. Mostrar los logros alcanzados es necesario, pero también lo es reconocer aquello que aún está pendiente. Cuando una empresa se atreve a compartir sus desafíos y próximos pasos, no debilita su reputación, la fortalece, porque transmite integridad y propósito real.
Los datos globales lo confirman. Un estudio de Deloitte junto con la Fletcher School de Tufts University (2024) señala que el 83 % de los inversores ya incorpora información de sostenibilidad en su análisis del negocio, frente al 20 % que lo hacía hace apenas cinco años. Además, el 79 % cuenta hoy con políticas formalizadas en esta materia. La sostenibilidad ha pasado de ser un tema periférico a ocupar un lugar central en las decisiones de inversión.
Sin embargo, esos mismos inversores también advierten de las dificultades para encontrar información clara, coherente y confiable. Esto revela una exigencia mayor. No se trata solo de reportar más, sino de reportar mejor. La transparencia se valida cuando los datos se sustentan con evidencia sólida, verificaciones externas y narrativas que vinculan cada indicador con un impacto real.
El 2024 ESG Practitioner Survey refuerza esta idea. El 88 % de los profesionales en sostenibilidad considera que contar con datos verificables incrementa la probabilidad de cumplir los objetivos, mientras que el 83 % reconoce que adaptarse a marcos como la CSRD es complejo, pero indispensable para ganar credibilidad. Dicho de otro modo, la transparencia no es un costo operativo, es una inversión estratégica en confianza y reputación.
Por eso, un reporte no debería limitarse a decir cuántas toneladas de CO2 se redujeron o cuántos proyectos sociales se ejecutaron. La clave está en mostrar cómo esas acciones impactan en comunidades más saludables, en economías locales más sólidas o en consumidores más conscientes. Cuando cada cifra está acompañada de un contexto y de una historia, el reporte se convierte en una herramienta viva de aprendizaje y compromiso público.
En este sentido, los Reportes de Sostenibilidad son también una declaración de cultura. Comunican que la mejora continua no es un eslogan, sino un principio vivo en la empresa. Reconocer los avances junto a las dificultades transmite un mensaje poderoso, basado en la integridad y el propósito genuino. En ese punto, la transparencia deja de ser un ejercicio mecánico y se convierte en un legado que trasciende cifras y plazos.
Porque, al final, quienes comprenden que los reportes son más que cumplimiento y los transforman en instrumentos de relación, inspiran. Inspiran a los colaboradores a sentirse parte de un propósito mayor, movilizan a las comunidades, atraen a inversores y consolidan una reputación basada en la coherencia. Y lo más importante, contribuyen a tender un puente genuino entre la empresa y la sociedad.