Por Augusto Ayesta, CEO en Trend.pe
Invertir en reputación hoy es asegurar el 2026, porque el GEO, la huella generativa en IA y la autenticidad radical definirán el valor de tu marca.
En el entorno corporativo, el tiempo suele ser el activo más escaso, pero la previsión es, sin duda, el más valioso. A medida que cerramos el 2025, las empresas que aún operan bajo la lógica de esperar y ver frente a las tendencias están asumiendo el riesgo más costoso de su historia. La reputación corporativa ya no es un complemento estético de las Relaciones Públicas, ni un intangible reservado para épocas de bonanza. Es, cada vez más, el núcleo operativo del negocio, el sistema que sostiene la confianza, el acceso al dato y la licencia social para operar.
Para el 2026, la reputación dejará de ser un escudo reactivo frente a las crisis para convertirse en la infraestructura que define el crecimiento en un entorno marcado por la desinformación, la disrupción algorítmica y la crisis de legitimidad institucional. Las empresas que entiendan esto a tiempo estarán mejor posicionadas para liderar. Las que no, se enfrentarán a un futuro donde la invisibilidad digital y la desconfianza serán su mayor amenaza.
Durante años, el SEO fue la estrategia reina para lograr visibilidad. Sin embargo, 2026 marcará el inicio de una evolución: la era del GEO (Generative Engine Optimization). En este nuevo escenario, tu reputación ya no dependerá solo de lo que Google indexe, sino de lo que la inteligencia artificial sintetice en las respuestas a las consultas realizadas por millones de personas.
Cuando un usuario le pregunte a ChatGPT, Gemini o Perplexity sobre tu nombre, marca o empresa, el resultado será una respuesta construida a partir de todo lo que la red dice —y calla— sobre ti. Tu marca personal o corporativa ya no le habla solo a clientes o medios, también conversa con algoritmos que interpretan, filtran y prescriben información. La IA es hoy un nuevo stakeholder algorítmico, y requiere que la alimentes con datos veraces, consistentes y actualizados.
Un estudio de Comunicae (2025) demuestra que más del 54% de las notas de prensa de calidad son citadas o reinterpretadas por modelos generativos. Esto significa que los comunicados, los informes, las entrevistas y las historias corporativas que publiques hoy construirán tu huella generativa mañana. En este contexto, no invertir en comunicación, PR y reputación equivale a renunciar a existir en los resultados de la inteligencia artificial.
Por otro lado, en 2026, el mercado penalizará el gap de autenticidad —la distancia entre lo que una empresa dice y lo que realmente hace— con la misma severidad con la que antes castigaba los errores financieros. Según el informe Authenticity Gap 2025 de Omnicom PR Group, más de la mitad de la percepción de autenticidad de una marca depende de su impacto social y su gestión ética, no solo de su desempeño comercial.
Los consumidores ya no creen en lo que una empresa comunica, sino en lo que demuestra. El 86% exige transparencia proactiva y evidencia del impacto real antes de escuchar promesas. El cuidado del medioambiente, la cultura interna y la ética empresarial ya no son temas de responsabilidad social, sino indicadores de rentabilidad futura.
La reputación, entendida como coherencia entre narrativa y acción, será la diferencia entre marcas que lideran y marcas que se diluyen. En este contexto de polarización y desconfianza que vivimos, la autenticidad se ha convertido en el activo más escaso y, por tanto, más valioso.
Asimismo, la complejidad del entorno ha impulsado el nacimiento de una figura clave en los comités ejecutivos: el Chief Corporate Officer (CCO). Este rol integra comunicación, sostenibilidad, riesgos, marca y relaciones institucionales, unificando la gestión de los intangibles bajo una visión estratégica.
Ya no se trata solo de comunicar, sino de conectar los objetivos del negocio con los valores de la sociedad. Según datos de Weber Shandwick, los altos directivos atribuyen en promedio el 63% del valor de mercado de sus compañías a su reputación. En otras palabras, ignorar la reputación es ignorar más de la mitad del valor de tu empresa.
El CCO encarna ese cambio cultural, más que un portavoz, es un estratega del valor. Su función no es adornar la narrativa, sino asegurar que cada decisión corporativa refuerce la confianza, la transparencia y la coherencia.
Invertir en reputación hoy es una inversión en resiliencia. Una empresa con buena reputación atrae talento, capital y datos, tres pilares esenciales para competir en la próxima década. El 75% de los profesionales elige trabajar en compañías con propósito y buena reputación. El talento humano buscará refugio en marcas confiables, en medio tanta automatización que vivimos.
En el plano financiero, los estudios del reporte Reputation Matters 2025 confirman que las empresas con reputaciones sólidas superan consistentemente a sus competidores. Además, acceden a crédito e inversión en mejores condiciones porque el mercado las percibe como menos riesgosas.
Y en el terreno de los datos, el vínculo es todavía más evidente porque los modelos de IA dependen de información cedida voluntariamente. Solo las marcas que han cultivado confianza obtendrán ese permiso social y, con él, una ventaja competitiva sostenible.
Para terminar, construir una reputación resiliente exige consistencia entre lo que se dice y lo que se hace. La inercia o la pasividad corporativa serán, en 2026, los mayores enemigos de la credibilidad. Las organizaciones que hoy inviertan en gobernanza reputacional, medición de intangibles y transparencia algorítmica protegerán su valor y asegurarán su liderazgo en la próxima década.
Inicio el nuevo año creyendo que el futuro cercano le pertenece a las marcas que tienen la valentía de ser auténticas, coherentes y éticas. En reputación, el wait and see ha dejado de ser una estrategia prudente y es, más bien, una decisión de riesgo.




































