En el vibrante ecosistema fintech de Latinoamérica, la historia se repite con fuerza: una startup tecnológica nace con una propuesta audaz, conquista nichos específicos y, de pronto, está frente al umbral de convertirse en unicornio. Pero ese salto —que tanto admiramos— no sucede por arte de magia. Requiere estructura, confianza y, sobre todo, capacidades que escalen al ritmo de la ambición.
La innovación no crece sola. Necesita un terreno fértil, socios que crean antes que el mercado lo haga y una infraestructura capaz de soportar tanto la velocidad como la complejidad de cada etapa del crecimiento.
En la región andina, donde abundan el talento, la creatividad y el empuje emprendedor, he visto cómo muchos actores dejan de definirse como startups para transformarse en plataformas que lideran la evolución del sistema financiero. ¿El común denominador? Una visión compartida de lo que implica crecer con propósito, sin perder de vista la experiencia del cliente ni la eficiencia operativa.
Hoy, las startups que aspiran a ser unicornios ya no buscan solo procesadores de pagos. Requieren flexibilidad, seguridad y escalabilidad en un mismo modelo. Por eso resulta clave trabajar bajo una lógica que combine soluciones ágiles y modulares que se adapten a cada etapa del negocio, junto con capacidades en emisión, adquirencia (pago en comercios), open banking, antifraude y analítica avanzada.
El desafío no es únicamente tecnológico. Es estratégico. En mercados como Perú, Colombia o Ecuador, operar en múltiples países, cumplir con diversas regulaciones y escalar sin perder foco es una ecuación compleja. Desde nuestra experiencia en la región, hemos visto que la diferencia está en acompañar a las empresas en su transformación real, más allá de la transacción, para que puedan crecer con consistencia y visión de largo plazo.
Hoy, más que nunca, convertirse en unicornio no debe entenderse como una meta aislada.
Es un trayecto que exige consistencia, colaboración e innovación constante. Más allá de la cifra que simboliza, es un recordatorio de que el verdadero valor está en construir compañías capaces de transformar industrias enteras y generar impacto real en las economías donde operan.