Por Dennis Franco, director de la práctica de Tecnología e Innovación en Burson Perú
El universo gamer ya no es un refugio digital: es un punto de encuentro cultural donde millones de personas comparten tiempo, emociones y propósito. Allí, las marcas han descubierto un espacio de conexión genuina, donde la creatividad y la autenticidad pesan más que la publicidad tradicional. En este nuevo tablero, quien entiende las reglas del juego gana relevancia.
En Perú el fenómeno no pasa desapercibido. Con 7,8 millones de jugadores, el país se posiciona como el quinto mercado más grande de Latinoamérica en materia gamer, según Kantar Ibope Media 2025. Además, los ingresos generados por videojuegos alcanzaron los 156 millones de dólares en 2023 y se espera que superen los 208 millones en 2028, de acuerdo con PwC. Más que cifras, estas tendencias reflejan una transformación profunda en la forma en la que los peruanos se relacionan con la tecnología, el entretenimiento y las marcas.
Comprender al jugador antes que al consumidor. El gamer actual no busca solo diversión, sino identidad, competencia y comunidad. Según Statista, en 2025, las personas dedican entre 1 y 2 horas diarias al juego como vía de escape y conexión emocional. Para las marcas, esto implica comprender sus motivaciones, así como acompañar esos momentos, en lugar de interrumpirlos. Las marcas que logran comprender al jugador más allá del consumo encuentran una audiencia tanto leal como receptiva.
El contenido inmersivo es el nuevo engagement. El público gamer no responde a los mensajes convencionales: prefiere experiencias que se integren naturalmente en su entorno digital. Las activaciones dentro de los juegos, las alianzas con streamers o las narrativas interactivas son hoy la mejor forma de conectar. Más del 85% de los jugadores en Latinoamérica acepta la presencia de marcas siempre que éstas aporten experiencias auténticas, así como relevantes, según un estudio realizado por Cheil México en 2025. En este ecosistema, la autenticidad construye afinidad y la participación genera reputación: las marcas que logran integrarse de forma orgánica se convierten en parte de la experiencia, no en una interrupción.
Construir comunidad más allá de la pantalla. El éxito en este entorno no se mide solo en clics, sino en vínculos. Las marcas que trascienden la dinámica digital y promueven espacios colectivos —como torneos locales, eventos presenciales o comunidades en línea sostenidas— fortalecen la relación con su audiencia y amplifican su impacto. La clave está en acompañar a los gamers donde comparten logros y construyen identidad, convirtiendo cada acción de marca en un punto de conexión genuina.
El valor de la coherencia en el relato de marca. La comunidad gamer distingue con rapidez entre quienes llegan para quedarse y quienes solo buscan exposición. Por eso, la coherencia narrativa es esencial: estar en el mundo gamer requiere propósito, constancia, así como respeto por sus códigos. La coherencia entre lo que una marca promete y lo que realmente entrega es tan importante, que el 65% de las personas admite haber cambiado de marca porque la experiencia que recibieron no coincidía con lo que la marca prometía, según una investigación de Qualtrics. Ante este panorama, la evidencia es clara: las marcas que mantienen su autenticidad se consolidan como parte del juego, no como un anuncio pasajero.
El gaming dejó de ser un nicho para convertirse en un lenguaje cultural global, capaz de influir en percepciones, emociones y comportamientos. En un mundo donde jugar también es una forma de expresarse, las marcas que aprendan a escuchar y participar serán las que realmente logren conectar exitosamente.