Por Ljubitza Frkovich – Gerente de Transformación Digital en Promelsa
Soy una empresa con historia. Tengo décadas acompañando al mercado, a mis clientes y a la industria. ¿Necesito un rebranding? Esa es una pregunta que muchas organizaciones longevas se hacen en algún momento. Porque no se trata solo de actualizar un logotipo o seguir una moda estética. Se trata de entender si la marca que te representa hoy sigue reflejando la empresa en la que te estás convirtiendo.
En mi experiencia, el momento adecuado para hacer un rebranding llega cuando tu marca ya no acompaña la transformación que estás viviendo por dentro. Cuando tus procesos evolucionan, cuando tu cultura cambia, cuando la tecnología redefine cómo trabajas y te conectas con tus clientes… pero tu marca sigue contando una historia del pasado.
1. El rebranding no es cosmético, es estratégico
Muchas veces, el punto de partida viene de un planteamiento estratégico. Si la empresa está transformándose para competir desde nuevos pilares: innovación, sostenibilidad, digitalización o expansión, entonces su identidad también debe evolucionar. La marca debe acompañar ese nuevo propósito, comunicarlo, vivirlo en todos los puntos de contacto y no quedarse anclada a un contexto que ya no existe.
2. ¿Tu logo creció contigo?
Muchos logos nacieron cuando las empresas eran más pequeñas o tenían un enfoque muy distinto. Pero llega un momento en que ese mismo logo ya no representa tu escala ni tu ambición actual. Refleja cercanía, sí, pero tal vez desde un lugar más local o artesanal que corporativo y contemporáneo. Transmitir calidez no significa parecer pequeño. Puedes seguir siendo cercano, pero con una presencia visual moderna, segura y coherente con el entorno competitivo en el que hoy te mueves.
3. La prueba digital: si tu logo no vive bien en pantallas, no está listo para hoy
Hoy la marca vive en cientos de pantallas. En una historia de Instagram, un webinar, un podcast, una firma de correo o un ícono diminuto en tu app. Si tu logo no funciona en esos espacios, si tiene demasiados elementos, tipografía recargada o símbolos repetidos, no está diseñado para el presente. El rebranding, entonces, no solo es repensar un logotipo, sino diseñar un sistema de identidad completo: colores, tipografías, estilos visuales y tono comunicacional que le den coherencia y versatilidad a tu marca en el mundo físico y digital.
4. Elegir el momento correcto
El timing lo es todo. Un rebranding debe hacerse cuando existe una visión clara, un board convencido y un liderazgo alineado. Cambiar una marca requiere inversión, comunicación y convicción. No puede ser una iniciativa aislada del área de marketing; debe ser una decisión estratégica de toda la organización, respaldada por la gerencia general y el directorio. Solo así el proyecto adquiere la fuerza necesaria para trascender, para inspirar internamente y conectar externamente.
5. El equipo detrás: custodios del legado
El rebranding es un acto de confianza. Le estás entregando tu historia, tu legado y tu activo más valioso a un equipo que debe comprender lo que representas y hacia dónde vas. Por eso, es clave contar con los partners correctos, capaces de capturar tu esencia, respetar tu historia y proyectarla hacia el futuro. Un rebranding bien hecho no borra el pasado: lo honra y lo proyecta hacia adelante. Porque las marcas, como las empresas, también evolucionan. Y el mejor momento para hacerlo es cuando la historia ya no cabe en la imagen que la representa.