Por: Paolo Nava, Brand Manager Peugeot Perú
En un mercado cada vez más competitivo y digitalizado, las marcas con historia enfrentan el reto de conectar con las nuevas generaciones sin perder su esencia. El prestigio, la trayectoria y la solidez que han construido durante décadas ya no son garantía de preferencia. Hoy, las marcas que aspiran a mantenerse vigentes deben dejar de hablar únicamente de su pasado para empezar a hablar el idioma del presente y futuro.
Una audiencia clave que está redefiniendo los mercados y ganando protagonismo es la Generación Z. Aunque sus miembros están en sus primeros años de adultez, su influencia es ya considerable. Están marcando el futuro de diversas industrias y, además, son el presente del consumo.
Durante años, las marcas tradicionales jugaron con ventaja gracias a su reputación e historia. Sin embargo, las nuevas generaciones no eligen por nostalgia, sino por identificación. Preguntan: ¿Qué me ofreces hoy? ¿Estás donde yo estoy? ¿Llevas a la acción tu discurso? Si la respuesta no es inmediata, deslizan hacia otra opción.
Pensemos en el sector automotriz. Un joven que llega hoy a un showroom no lo hace para “ver qué hay”, ya vio todo. Ir es el último paso de un recorrido que ya empezó días atrás en YouTube, TikTok, foros especializados y hasta con inteligencia artificial. Llega con la decisión casi tomada, ya que su proceso de compra empezó mucho antes. Por eso, el e-commerce y la omnicanalidad han dejado de ser ventajas competitivas para convertirse en requisitos mínimos. Las marcas que logran integrar su ecosistema digital, web, apps, redes sociales y asistentes virtuales, como una experiencia fluida y coherente, son las que mejor capitalizan la cercanía con estas nuevas audiencias.
Y no solo se trata de estar presente en todos los puntos de contacto donde está su público objetivo. Hoy, el consumidor busca que sus elecciones digan algo sobre él. Por ello, cada producto es una declaración: de estilo, de valores, de identidad. Conectar con esta generación implica estar en sus códigos, en sus tiempos y en sus plataformas. Pero también tener una voz coherente. Si dices que eres una marca sostenible, tienes que demostrarlo con productos eficientes, ecoamigables y una logística responsable. Si hablas de inclusión, que se note en tu equipo, tus voceros y tu comunicación. Hoy, el consumidor joven no solo compra lo que vendes, compra lo que eres.
Y aquí radica el verdadero reto para las marcas tradicionales: no se trata solo de un problema de diseño, sino de narrativa. No basta con decir ‘llevamos 70 años en el mercado’ si no puedes demostrar que esos 70 años han servido para entender a quien hoy tiene 25. Al final del día, una marca con legado debe comportarse como una gran novela clásica: debe editarse y adaptarse, pero nunca perder el mensaje que la hizo relevante.
En el mercado, podemos encontrar varios ejemplos de marcas que han entendido esta necesidad y han sabido diferenciarse de los competidores nuevos, combinando historia innovación e inspiración. Pensemos en Coca-Cola, Möet & Chandon, Levi’s o Peugeot, por mencionar algunos ejemplos.
Incluso algunas marcas han comprendido tan bien este principio que hoy, más de 100 o 200 años después, se mantienen vigentes. Ejemplos como el whisky escocés Johnnie Walker, que lleva más de 200 años, la relojería suiza Rolex, con más de 100 años de historia, o la icónica Nike, que lleva más de 50 años innovando y liderando en el mundo del deporte, nos muestran cómo el legado, cuando se sabe mantener y evolucionar, se transforma en una ventaja competitiva imparable.